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IVÁN ROMO ARBIDE
Herrumbre
Mi cuerpo era una amalgama de hierros viejos y oxidados, retorcidos, de escombrera. Muelles vencidos y doblados en el lugar donde moran las articulaciones. Láminas rotas de somier apolillado donde debieran estar las costillas. Mi alma no admitía más demoras.
Que eviten tus paranoias suicidas
Río que habla, barro que cubre. Río que miente. Lodo fétido parlante
¿Qué hacer frente al engaño seductor de aguas que te susurran que con ellas sanarás tus heridas?
Para siempre
¿Qué hacer frente a la corriente que te finge lamer a modo cicatrizante?
Como nunca
¡GRITA! Físicamente: ¡GRITA!
Que te oigan
Que te auxilien
Que te salven las ayudas
Que eviten tus paranoias suicidas.
cabras, cabritos y cabrones
Mansas y unidas, no saldrían adelante las unas sin las otras
Balan, bailan, riñen, ríen, gimen, giñen, comen, corren; tren de lanas blancas y marrones
Parecen drogadas, tontas y estúpidas, aleladas y abotargadas, yonquis no lúcidas
Expreso interrail de ovejas, cabras, cabritos y cabrones.
quizás porque no encuentro suficientes preguntas.
Buscando la luz oscura en mi luminosa oscuridad
Rompí mi vacío circundante y abrí una oquedad suficiente
Rebatí a los escépticos que soy viva imagen dura y no más persistente
Para introducir finalmente mi mano hacia aquella claridad
“Más duro que los demás”, canta Springsteen
“Lo profundo es el arie”, esculpe Chillida
“Ensayo sobre la lucidez”, escribe Saramago
“Una visión total del perturbador”, pinta Bacon
Busco continuamente respuestas, quizás porque no encuentro suficientes preguntas.
y deja atrás tus mentales enajenaciones
Las tardes son el puente entre las mañanas y las noches
Ellos cruzan sin prisa las orillas de todos los días, no se paran a pensar en reproches
En culpas, en angustias, en miedos, en fracasos, en insatisfacciones, en frustraciones, en errores
Desde el embarcadero ves orillar a santos y pecadores, limpios y sucios, con alegrías y sinsabores
Te sorprende la ingente suma de gentes que van de margen a margen del río sin hacer sus deberes
Y son felizmente ignorantes de sus responsabilidades, sonrientes sin enseres
Pregunto cómo he de cruzar ese ancho río para alimentar sin temores mis ilusiones
Para imitar a los despreocupados, a los hombres y mujeres normales y corrientes en adicciones
—Deja de preguntar —me dicen—, cruza; camina sin más y deja atrás tus mentales enajenaciones.